jueves, 19 de agosto de 2010

Noche de salamandras

La noche descubre tu blanca piel vibrante.
Tu desnudez se torna fulgurante y plena.
Beso despacio tus pechos erizados,
en la antesala del prometedor deleite,
y tus sellados ojos se abren de repente
contrastando nerviosos con el líquido cielo.
Tus labios, ahora temblorosos y ausentes,
no dejan escapar el beso que te rinda
para que la noche no diluya tu gozoso deleite.
Tomo tus manos dentro de mi cuerpo.
Bebo de ti, tus nombres silenciosos.
Recorro pausadamente, una a una,
cada astilla de tu irisado cuerpo.
Deslizo mis labios sobre tu huérfano sexo,
entrando en la antesala de tu candoroso desabrigo,
cual la anunciación del gozo, del suspiro y del éxtasis.
Guardo mi caricia suprema en tu expedito vientre,
dejándote sentir, en tu profunda esencia,
abrasador y pleno,
el goce ambicionado que te exalta y te desborda
como el grito culminante que se funde en las estrellas.
En esta noche que es abrupta.
En esta noche extraña
de gatos y vampiros, de clamor y susurros.
En esta noche que es extrema.
En esta noche, de placer infinito.
En esta noche única:
noche de salamandras.

Rogelio Abad
Noviembre 2009Photobucket

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