lánguida mirada en el horizonte,
bramar continuo de olas
en la playa donde siempre muero.
Soledad que arrastra mi condena
engullendo en ella mis defensas
cubiertas de caparazones rotos
que desnudan mis arrecifes.
Soledad que defenestra mi mar
al fondo de vacíos huecos,
imposibles de llenar
en el infinito espacio muerto.
Soledad que amordaza mi fe,
fe que se hunde en tus espumas,
espumas ácidas mortales.
mortales como tus vientos,
vientos que horadan todas mis soledades.
Antonio Cimarro
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