lunes, 3 de mayo de 2010

Ante la casa



He aquí la casa,
la que un día, silenciosa y afable,
acogiera nuestras almas candorosas.

Hoy triste, impersonal y extraña.
Cerradas sus ventanas y
mojado el jardín con lágrimas perpetuas.

Hoy volvemos a ella
en busca de la chispa
que encienda de nuevo la alegría.

Atrás dejamos nuestro viejo equipaje
y vestidos de limpio regresamos,
anhelando la aventura una vez más.

Ya pasaron los años.
Ya nada podrá agravar la soledad
ni el sordo dolor del abandono.

-¿Entramos?...
¡Que nos importan ya las arañas!


Rogelio Abad (octubre 2008)
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