la que un día, silenciosa y afable,
acogiera nuestras almas candorosas.
Hoy triste, impersonal y extraña.
Cerradas sus ventanas y
mojado el jardín con lágrimas perpetuas.
Hoy volvemos a ella
en busca de la chispa
que encienda de nuevo la alegría.
Atrás dejamos nuestro viejo equipaje
y vestidos de limpio regresamos,
anhelando la aventura una vez más.
Ya pasaron los años.
Ya nada podrá agravar la soledad
ni el sordo dolor del abandono.
-¿Entramos?...
¡Que nos importan ya las arañas!
Rogelio Abad (octubre 2008)
No hay comentarios:
Publicar un comentario