La tarde sintió las caricias de los versos.
El blanquecino patio abrazó las palabras.
Se desgranó suavemente el fruto madurado…
La torre admitió
el enjambre de poesías,
los hálitos de voz envolvieron
el alma de la propia tarde,
que supo barajar las verdades
de cada poeta.
Calló la fuente central
para compartir rasgueos y cantes,
deseos escondidos,
declaraciones abiertas,
versos atravesados,
sentires imposibles,
amaneceres eternos,
silencios escuchados,
soledades no invitadas
pero, sobre todo;
poesía, poesía y más poesía
desde todas las ventanas
abiertas al patio blanquecino
que ya espera, espera,
otra tarde de versos
que lo acaricie de nuevo.
© Antonio Cimarro Montes
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