bajo un faro suspendidas,
caracolillos de nácar
la pleamar me traía.
Alfombra tierna de algas
nuestros cuerpos se hundían
y fue crepúsculo de adolescentes
que en las manos me ardían.
En las miradas un horizonte
que al mar y al cielo unían;
la arena pegada a la piel
y en los labios, la porfía.
Resbalaba hacía la playa
y el agua iba y venía
llevándose los amoríos
que la mar deshacía.
El ocaso recogió su melena,
rizada y encendida,
y nuestros deseos quedaron varados
en la tarde enmudecida.
1 comentario:
Bonito poema que espero se refleje pronto en tu tierra con ese cielo azul y sin lluvia.
Es muy agradable la decoración de este blog.
Un abrazo
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