domingo, 24 de enero de 2010

El afilador de la crisis (Por Antonio Lozano Herrera)


Un sonido aflautado me despertó aquella fría mañana de enero. De un salto abandoné la cama, buscando la ventana, para saludar a mi amigo Manolo el afilador. El mismo, que cada quince o veinte días, vociferaba por la calle donde viví mi infancia: “¡Niñas, se afilan cuchillos, tijeras, y se arreglan paraguas!” mientras tocaba su siflón.
Con un arte especial, Manolo soplaba aquella flauta de pan de caña, componiendo como nadie su inconfundible melodía. Se detenía en la puerta de casa, a la espera de que mi madre le proveyera de algunos útiles de cocina, para comenzar a pedalear, haciendo funcionar la piedra de afilar, que transportaba bien sujeta, a la parte trasera de su vieja y oxidada bicicleta.
Recuerdo que permanecía en estado hipnótico, contemplando como miles de chispas saltaban, al compás de la rueda que giraba.
De pronto, volví a la realidad, no me encontraba en la casa donde nací, ni estábamos a comienzos de la década de los sesenta, y la música aflautada procedía de unos sofisticados altavoces, conectados a una grabadora, por el que también podía escucharse, una voz impersonal y metálica que anunciaba: ¡El afilador, se afilan objetos cortantes!
¡Qué pena!, ¡Que desilusión! Busqué el esmeril con la piedra de afilar, y no se hallaba sobre la destartalada bicicleta, sino en la parte posterior de un moderno vehículo último modelo, funcionando gracias a la batería del mismo, y no al rítmico pedaleo de mi amigo de la niñez.
¡Estaba claro!, quien soplaba la flauta no era Manolo, sino la crisis, que agudizando el ingenio, hace que se recuperen, algunos antiguos oficios artesanales, pero con el inconveniente de que estos, nos vienen devueltos, acompañados de la nueva tecnología, con la ausencia del sabor, aroma, y romanticismo de aquella lejana época. ¡Ni las chispas son iguales!

Antonio Lozano Herrera
Tomares
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1 comentario:

Juan Raimundo Gómez de León Robledo. dijo...

Todo cambia... para hacerse menos cercano, menos humano, menos cálido y más frío, más distante,... menos cercano, desde allá, en la lejanía de nuestros recuerdos infantiles de cosas sencillas, aquellas que nos dieron y enseñaron el calor de lo personal en lo cotidiano de aquellos tiempos, ya desaparecidos, en estos tiempos impersonales, inhumanos, complicados, extraños y confusos... El afilador, el chatarrero, el zapatero remendón, el de la tienda de ultramarinos, el barquillero, el del pequeño puesto de chucherías de madera repintado de verde y blanco, repleto de tesoros resplandecientes en sueños imaginarios, pero reales, muy reales... que deambula por medio de sus dos viejas ruedas de bicicleta, para, finalmente, colocarse en ese sitio, de esa calle de siempre... donde, llegará el día, que dejará un vacío nunca llenado ya... como la niñez... ¡jamás! volverán esos reconfortantes y entrañables personajes, que, un día fueron tradicionales en nuestras tranquilas y sociales calles adoquinadas... Aquella infancia y su mundo de fantasía y realidad, que se me antoja, hoy, toda una irrealidad... Acaso... ¿son sueños de la mente, buscando al Ser en la persona perdida, solitaria y desvalida del hoy en día?...
No cabe duda que la madurez, es un estado de negación, destrucción y desaparición de la infancia, por la que se llega a través de la juventud... Nuestro mundo de niñez, con todos sus queridos personajes y ambiente, murió en esta realidad, pero, ¡siempre!, vivirá en nuestro recuerdo como un tesoro de tiempos que vivimos y de los que aprendimos a ser más... HUMANOS.
Pasado, pasado en presente gracias al recuerdo en la mente, presente y mente que se niegan mutuamente por ser opuestos en existencia, por ser representantes de muerte y vida... Pasado y niñez que se complementan por ser una unidad de existencia, por ser representantes, juntos, de vida en plenitud...
Madurez es, simplemente, un estado de espera de la vejez, el final de nuestra ésta existencia... A ella, podemos llegar, en plenitud del Ser por la realización profesional y sentimental, ó, en decrepitud del ser por lo opuesto... En ese caso, viene a ser un mero anticipo de la ansiada vejez y final... Será una existencia saturada de vacíos en La Nada... una inexistencia... Nacimiento, desarrollo y muerte... serán lo mismo, en una inexistencia, una negación del Ser, una sola Muerte en un no Ser, una no Vida...

LA ESENCIA DE VIDA, SE ENCUENTRA EN EL VERDADERO AMOR DE NUESTRA UNICA E INSUSTITUIBLE MUJER, ELLA SERA NUESTRA PLENA EXISTENCIA EN ESTE NUESTRO MUNDO TERRENAL, PUES SON DOS SERES INCOMPLETOS, DESTINADOS A SER UNION EN UNO COMPLETO Y ALCANZANDO, ASI, LA MAYOR PERFECCION ALCANZABLE EN ESTA TIERRA. Esa será la realización espiritual de la persona.

LA DIGNIDAD FRENTE AL SER, SE ENCUENTRA EN LA CONSECUCION PROFESIONAL, ELLO SERA NUESTRO MEDIO DE VIDA, PUES NOS DARA EL SUSTENTO, EL PAN NUESTRO DE CADA DIA. Eso será la realización material de la persona.

SOLO CON UNA COMPLETA REALIZACIÓN ESPIRITUAL DEL AMOR, Y, MATERIAL DEL TRABAJO, LLEGAREMOS A UNA EXISTENCIA TOTAL EN VIDA.

Juan Raimundo Gómez de León Robledo.